James C. Coleman
Santiago era un hombre muy amable que amaba a Dios ya su familia. La forma en que jugaba con sus nietos y los niños del vecindario demostraba que todavía era un niño de corazón. Le encantaba leer y coleccionar cualquier tipo de artilugio, desde relojes hasta lectores electrónicos y computadoras. Trabajaba duro y estuvo en Steelcase durante más de 30 años. Se le echará mucho de menos.